Seguimos con la entrevista a Rafa Millán.
Podréis daros cuenta que hay una pregunta repetida. Bien, en el momento de la realización de la entrevista la dupliqué por error. Fallos del corta-pega. De todos modos hemos decidido mantenerla con sus dos diferentes respuestas (aunque complementarias).
Disfruten y no olviden visitar su página web www.madridpsicologia.com y su canal de Youtube.
¿Qué opinas de las terapias psicológicas alternativas? Y con alternativas no me refiero a las llamadas pseudo-ciencias, sino a aquellas de base antropológica, filosófica o directamente a aquellas que a pesar de estar ampliamente estudiadas y comprobadas, no son aceptadas por la academia. El psicoanálisis (que apenas tiene cabida en la carrera de psicología), la terapia Gestalt, el análisis transaccional… ¿Son más valiosos que cualquier disciplina universitaria actual?
Este es justo el problema. Crecen las escuelas de psicología como hongos. Y no porque todas estén equivocadas (menos la mía), sino porque, en general, todas (las mínimamente serias) suelen estar en lo cierto, por paradójico que suene. El ser humano es la más compleja realidad conocida y puede abordarse desde infinitas miradas, niveles, dimensiones y perspectivas válidas. Incluso alguna de ellas en aparente contradicción.
Cada escuela, por decirlo así, genera su propio ámbito de legitimidad (siempre que no excluya a las demás [que es lo más ilegítimo que hay]) con sus propias declinaciones y derivas. Por eso, la psicología no es ni nunca será una “ciencia empírica” o un saber parcial y limitante. Sino que tiene que hacer el increíble esfuerzo de integrar las diferentes escuelas en un todo coherente y armónico (no ecléctico). Y eso es un trabajo claramente filosófico, que desborda por doquier una pretendida (y ridícula) psicología científica.
Como decía Luis Cencillo, la mayoría de las escuelas (serias) aciertan en lo que dicen pero fallan en lo que no dicen. Es decir, en su exclusividad, en negar a las demás el derecho de existir y de entender al ser humano desde su propia perspectiva válida.
A mí, la imagen que me dan los psicólogos más o menos académicos es la de un enorme gallinero en el que cada gallina cacarea su ortodoxia, sorda a todas las aportaciones de las demás. Por suerte, cuando salen de las trincheras teóricas y bajan a tocar carne humana, ocurre algo maravilloso, empiezan a entenderse, aunque sea desde lenguajes diferentes. Porque, al final, hay psicólogos malos y buenos en todas las escuelas, y los que de verdad “curan” (aunque odio esa palabra) no hacen en la práctica algo tan distinto aunque en la teoría se llamen a sí mismos conductistas, psicoanalístcas, humanistas, etc. Y, todos los psicólogos con años de práctica que conozco, los que de verdad se han abierto a aprender en la terapia se consideran integrativos o integrales (aunque en las facultades ni lo huelen, por lo menos en mi época).
Ahora déjame hacerte un apunte terrible: la clave para ser buen terapeuta, más que la formación teórica (esencial al menos en las tres o cuatro escuelas principales: psicodinámica, humanista y transpersonal…), es el desarrollo y el crecimiento personal de cada uno, lo que hace que haya pocos psicólogos que de verdad puedan ayudar a otros. Ya que como dijo Jung y es una evidencia (aunque muchos no la vean) nadie puede llevar a otro más lejos de lo que él mismo haya llegado ya.
Obvio, ¿verdad?
Lo que pasa a día de hoy en las facultades públicas españolas es directamente de risa. Dentro de unos años (o décadas) cuando se eche la vista atrás y se lean los planes de estudio de finales del S.XX y principios del XXI, resultará algo incomprensible. No he conocido un erial del pensamiento como ese. Para mí, que venía de Filosofía, fue una tortura de dimensiones metafísicas. O, si lo prefieres, una metatortura.
El único profe realmente bueno que tuve era Carmelo Monedero, que tenía tres doctorados en Medicina, Filosofia y Psicología. Es decir, que tenía un currículum que daba mil vueltas al de todos los demás profes juntos. Naturalmente, era aún más crítico que yo. Y había generado su propia escuela fenomenológica de Psicología, mucho más seria que la “coco” dominante. Pero cuando me fui, él se jubiló (a veces me parece, y valga el egocentrismo que él fue mi último profesor y yo su último alumno). También se fue Gutiérrez Terrazas, que era el único que daba un seminario (ni si quiera una mísera asignatura) sobre Psicoanálisis.
La última noticia que tengo es que ahora solo se estudia psicología cognitivo-conductual. Y el conductuismo puede resumirse en dos folios (con dibujos y a doble espacio) y la psicología cognitiva no sabe ni definirse a sí misma.
Así que sí, un desastre absoluto.